lunes, 4 de febrero de 2013
Burbujas invisibles
“En Paraguay, no pasa nada, todo está tranquilo” Esta era
una de las frases que más llamó mi atención en Junio de 2012. Y es cierto, en
el Paraguay, al parecer no pasa gran cosa, ocurra lo que ocurra. Las personas
siguen luchando su cotidiano, ya sea un empleado, funcionario, independiente, docente,
empresario o reciclador. En el Paraguay parece que no pasa nada porque cada uno
decidió vivir en su propia burbuja.
Hemos llegado a un punto en donde el individualismo es la
única opción que los paraguayos tenemos para sobrevivir en la jungla urbana,
rural o donde sea. Al parecer es la única escapatoria.
Esta situación me recuerda bastante a Hobbes quien fuera
autor de Leviatán. Este filósofo del siglo 17 creció en una Inglaterra que
enfrentaba guerras civiles y guerras externas.Él mismo decía que su gemelo era
el miedo. En este contexto, Hobbes describe al ser humano como un ser vil, de
quien uno debe desconfiar. En su Leviatán, va inclusive más lejos. Afirma que
el ser humano en su estado natural es “malo”, y por ende, uno puede, inclusive
DEBE atacar antes presumiendo la legítima defensa. La regla es cada uno por su
cuenta.
En el Paraguay pasa algo similar. Hace mucho dejamos de ser
una sociedad solidaria que busca el bienestar general. Adam Smith me mandaría
“a la China” diciéndome que tal cosa no existe,que el bien general es igual a
la suma de los egoísmos de los agentes económicos y me hablaría de su famosa mano
invisible que regula el comportamiento de los mercados y por ende de las
personas. Está bien mi estimado Adam, sin embargo nuestro “leseferismo” es
brutal, crudo, contraproducente y no
solo está presente en los mercados.
Cuando se llega a puntos de salvajismo social como el que
estamos viviendo, el Estado deja de existir, deja de tener presencia, ya no se
lo respeta. El estado es la institucionalidad de una nación. Es la que debería
administrarla y dirigirla. En el Paraguay, en cierto modo no existe este rol, y
los habitantes de este pequeño país se adaptan a esta realidad, dejan de
respetar al estado y actúan conforme a sus necesidades ya que, aparte de ellos
mismos, no cuentan con casi nadie para mejorar su calidad de vida.
Les invito a todos a mirar con más atención lo que sucede en
los espacios públicos. Una vez que una persona deja su hogar actúa como si
estuviese sola: estaciona en doble fila, tira basura en las calles, ignora los
semáforos, estaciona en las veredas, etc. Gran parte de este comportamiento
está dictado por la administración quien, a su vez, no muestra interés en
mejorar los espacios comunes. Los ciudadanos mimetizan este comportamiento:
para qué hacer esfuerzos si la administración no los hace.
Es así que nos preocupamos por desarrollar,nuestro hogar,
nuestra familia, cueste lo que cueste, ya que nos sentimos abandonados a
nuestra propia suerte.
Así las reglas del juego están marcadas: cada uno por su
cuenta. Dejemos fuera de nuestras casas el caos, pero preocupémonos por tener
un islote de paz dentro de ellas, nuestros hogares. El miedo a que el caos
invada nuestros islotes de paz planea sobre nuestras cabezas constantemente
como la espada de Damocles. No se puede contar con nadie más. Que no nos
sorprenda ver una sociedad tan fragmentada y con falta de unidad.
Es hora de que decidamos animarnos a reventar nuestras
burbujas y de que seamos capaces de mirar más allá de nuestra narices. Es hora
de Despertar, es ¡AHORA O NUNCA!
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